A propósito de los nuevos lineamientos para las empresas en retomar sus labores en medio de la pandemia por COVID-19 y poder ser certificadas, a continuación nos planteamos lo que podrían ser las nuevas reglas sociales que deberemos asumir para convivir, si es prudente decirlo, con el Coronavirus.
Sin embargo, primero repasemos las cifras actuales para ver las diferencias y comparar las condiciones de cada país, y cuál sería el referente más cercano para adoptar medidas sociales similares, o al menos tenerlo en cuenta para observar las mejores practicas.
Teniendo en cuenta el tiempo de evolución de la enfermedad registrada, podemos ver en la tabla anterior que los países europeos y USA tienen un tiempo de presencia de la enfermedad alrededor de 90 días; entre 35 y 45 días más que los países latinoamericanos analizados, lo cual es importante anotar -dado que cada 10 días hay toda una revolución en las cifras- por consiguiente, la actualidad social y política de cada región es diferente para tomar medidas frente al aislamiento.
Otro dato interesante, es que los países europeos y USA demoraron en promedio hasta 30 días en reportar el primer fallecido a causa de COVID-19, mientras que en Latinoamérica fue de 15 días. Lejos de indicar una mayor severidad, muestra que de acuerdo a la evolución de la pandemia, los países Latinoamericanos estaban más atentos y preparados para detectar y reportar casos, fundamentalmente cuando vemos la velocidad de propagación del Coronavirus después del 1er caso fallecido, que en el caso de Latinoamérica es mucho menor, probablemente por las medias oportunas de contención y mitigación, especialmente en Colombia y Argentina.
Es así como la particularidad de las regiones por el tiempo de convivencia con el virus y las velocidades en el número de fallecidos hacen que las medidas difieran de un lugar a otro independientemente del número de casos; mientras en Europa consideran abrir algunos eventos como los futbolísticos y en USA planean una apertura amplia del comercio, en los países de Latinoamérica los porcentajes de crecimiento aún van hacia arriba y por ende debe mirarse hacia el interior de la región, en donde Colombia y Argentina aparecen como los mejores referentes por sus velocidades lentas de mortalidad.
Por ejemplo, al ver las políticas tan diferentes con cifras realmente mucho más alarmantes que las Latinoamericanas, vemos que en España y en Italia con capacidades de UCI similares a las de Colombia por cada 100 mil habitantes (9,7 para España, 12.5 para Italia y 10,6 para Colombia) y en donde se alcanzaron a tener más de 1.000 muertes diarias, recientemente tienen cifras entre 300 y 400 muertes al día, lo que representa entre 30 y 40 veces más que el número de muertes diarias registradas en Colombia.
Actualmente en estos Países europeos ya se habla de la salida de los niños al parque y están viendo las posibilidades de reapertura de comercios tan cuestionados como las peluquerías (con cita previa) e inclusive las ligas de futbol a puerta cerrada; temas que en Latinoamérica aún no se tocan a pesar de tener cifras inferiores.
Por otro lado, se ha hablado mucho sobre el aplanamiento de la curva para garantizar que el sistema de salud no colapse. Sin embargo, tácitamente queda entendido que no hay ningún escenario donde se elimine o se termine la curva, dicho de otra forma: por más que se aplane o baje la curva, es casi improbable que se elimine del todo el número de casos en un país.
Virus como el de la Viruela, que mató a más de 300 millones de personas en el siglo XX, solo se consideraron erradicados hasta 14 años después del inicio de los programas de vacunación masiva, inclusive teniendo en cuenta que la capacidad infecciosa de la viruela visto por el número reproductivo básico (R0) era mucho mayor que el del COVID-19, 5 a 7 vs. 2 a 2,5 respectivamente.
Realizando estas observaciones y teniendo claro que Latinoamérica tiene velocidades más lentas de propagación, y en donde Colombia es de los mejores referentes con capacidades de UCI similares a países europeos, ¿valdría la pena empezar rápidamente a establecer lineamientos sociales para salir completamente de la cuarentena?, lo que en algunos escenarios se ha llamado contrato social y que sería por lo visto, una salida razonable para convivir con el virus; dado que esperar un aplanamiento real de la curva o una reducción de la misma para reactivar completamente a la sociedad, teniendo en cuenta las velocidades lentas de propagación, sería un harakiri económico.
¿Esto quiere decir que debemos escoger si nos contagiamos de COVID-19 ahora o dentro de 1 año?, enfáticamente no, esto quiere decir que podemos convivir con la probabilidad de adquirir una enfermedad con base en los riesgos individuales, sociales, económicos, geográficos, entre otros; así como por ejemplo, mientras una persona tiene una probabilidad de adquirir el virus de Influenza (gripe) entre el 5% y hasta el 20% en períodos endémicos, la probabilidad de padecer COVID-19 -teniendo en cuenta los casos reportados- podría ser alrededor del 1% en un año; así pues, sería más probable adquirir un virus de influenza que de COVID-19, inclusive sería más probable para algunos grupos de edad ser diagnosticado con diabetes.
Así pues, lejos de tranquilizarnos con las cifras de incidencia y probabilidad de contagio de COVID-19 comparado con otras enfermedades, teniendo en cuenta que la letalidad del COVID-19 se calcula entre 20 a 30 veces mayor que el de la gripe (0,1% vs 3%), debemos tener conciencia que contraer la infección y tener mayor o menor probabilidad de padecerlo dependerá de las acciones que desarrollemos individualmente y de la sociedad en la que convivimos; por eso es indispensable establecer un contrato social que permita una convivencia sana, empática, efectiva, y económicamente viable para seguir desarrollándonos como humanidad, como sociedad y como familia, para no quedarnos estancados en un marco de incertidumbre, miedo y desesperanza.
Paradójicamente, el contrato social requiere de una gran inversión social, cultural, política y económica para salvar las finanzas de todos. Por ejemplo, para volver a trabajar, deben adecuarse los espacios en las oficinas y en las fábricas de producción, invertir en lavamanos, equipos de protección personal, entre otros; o, por ejemplo, para volver a volar en un avión, todo el proceso de abordaje requiere una reestructuración de los procesos y hasta un cambio en los asientos de la cabina, ¿impactante no creen?
Finalmente, el contrato social incluye una diferente forma de comportarnos en sociedad, con los amigos, compañeros de trabajo y con la familia, en la forma de saludarnos, en los momentos de celebración y un cambio en los espacios de esparcimiento, lo que conlleva por ultimo a los más importante que nos plantea el contrato social, una mayor responsabilidad individual para priorizar el cuidado del prójimo; por ejemplo, ante la pregunta que más nos atormenta en los últimos días: ¿cómo y cuándo volveremos a abrazar a nuestros seres queridos? Esperemos que nuestros lectores nos ayuden a resolverla.