4 minutos

Una de las disfunciones básicas que subyacen a muchas condiciones y enfermedades comunes es el estrés oxidante u oxidativo. Se trata del daño que produce el exceso de radicales oxidantes a las células.  Puede pensarse que es la corrosión de distintas partes celulares a causa del exceso de radicales oxidantes.

Detrás de muchas enfermedades está este permanente daño a la estructura y a la función de las células.  Se dice que el envejecimiento es daño oxidante.

Síntomas comunes como alergias, la ansiedad, la depresión, varios problemas digestivos, la fatiga, los mareos, los dolores de cabeza y la hipoglicemia, la irritabilidad, la baja resistencia a las infecciones, los dolores musculares y de las articulaciones, la debilidad muscular y la pérdida de agudeza mental y el deterioro cognitivo, comparten esta disfunción: hay daño oxidante.

Enfermedades como el Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, la ELA, la fibromialgia, el Síndrome de fatiga crónica, el asma, la enfermedad cardiovascular, la diabetes, la esclerosis múltiple, la osteoartritis, la artritis reumatoidea, la hemocromatosis, la sensibilidad a múltiples químicos y el cáncer son enfermedades donde hay un componente importantísimo de daño oxidante.

El daño que estos radicales libres, estos radicales oxidantes, causan en las células es de varias clases: hay ruptura y agrupamiento anormal de proteínas, caída de las proteínas de las membranas, que destruyen la integridad de las células, cambios en la función inmune, daños a las membranas de los organelos y los núcleos celulares, daños al DNA y mutaciones, fusión de proteínas y grasas en la membrana celular causando daños a la comunicación celular, inactivación de enzimas y aumento de la permeabilidad de la membrana celular.

Entre las fuentes dietarias de este estrés oxidante y el daño mitocondrial encontramos varias muy comunes en la dieta moderna: las comidas carbonizadas, el exceso de azúcar, el exceso de alcohol, que puede llevar a un aumento de las citoquinas, la exposición a petroquímicos y metales pesados en los alimentos, el exceso de calorías, los alimentos pobres en nutrientes o procesados, la presencia de grasas rancias en la dieta y la subalimentación o deficiencias nutricionales por comer alimentos poco nutritivos.

Para controlar el daño oxidante y con él el estrés oxidante, se necesita una cuádruple intervención enfocada en:

  1. Cambiar distintos aspectos de la vida cotidiana, para evitar la generación de un exceso de radicales oxidantes (12 pasos)
  2. Suplementar con 9 nutrientes que colaboran en el proceso de neutralizar los radicales oxidantes
  3. Aumentar el consumo de alimentos que sean fuente de compuestos antioxidantes
  4. Suplementar con nutrientes específicos que provoquen una resucitación mitocondrial

Presentaremos ahora cada una de las intervenciones recomendadas, con el suficiente detalle para que una persona pueda hacerlas por su cuenta, dado que ninguna de las medidas propuestas en este plan representa un riesgo para la salud.

Cada una de estas recomendaciones se ha desarrollado en detalle en esta aplicación y se irán entregando en el tiempo, dando a cada persona la libertad de hacerlo y el tiempo para ponerlas en práctica.

Los 12 cambios en el ambiente y el estilo de vida que más ayudan a evitar el exceso de radicales oxidantes son:

  • Minimizar la exposición a toxinas ambientales
  • Minimizar la radiación oxidante (rayos UV, rayos X y radón)
  • Reducir la exposición al humo del cigarrillo
  • Reducir los contaminantes del aire con filtros HEPA o ULPA (monóxido de carbono y dióxido de nitrógeno)
  • Evitar el exceso de ejercicio y también la falta de actividad física
  • Mejorar la calidad del sueño
  • Tratar las infecciones crónicas
  • Reducir las fuentes endógenas de estrés oxidante como los disbalances en la ecología del intestino (flora desequilibrada)
  • Mejorar los mecanismos de detoxificación del hígado y el intestino
  • Reducir la exposición a toxinas de hongos provenientes del ambiente y de levaduras internas
  • Reducir el estrés, pues ambos, estrés y cortisol incrementan la inflamación y el daño oxidante
  • Practicar la respiración profunda para mejorar la oxigenación de tejidos y células

Suplementar, la segunda intervención, no es otra cosa que aumentar el nivel de algunos nutrientes que están haciendo falta para el correcto funcionamiento de un proceso metabólico.  En este caso, los procesos metabólicos que deben mejorar son principalmente las reacciones con las que se neutralizan los radicales oxidantes.

Se hace con ayuda de los siguientes nutrientes:

  • Carotenoides mixtos, entre 15,000 y 25,000 U diarias, incluyendo alfa y beta caroteno, luteína, licopeno y zeaxantina
  • Tocoferoles mixtos, unos 400 a 800 UI diarias, incluyendo d-alfa, gamma y delta tocoferoles
  • Proantocianidinas, unos 50-100 mg diarios
  • Selenio, 100-200 mcg diarios
  • Vitamina A, 5,000 a 10,000 UI diarias
  • Vitaminas del Complejo B (100 mgrs y 100 mcg, 3 veces al día)
  • Vitamina C, 500 a 1,000 mgrs diarios
  • Vitamina D, 400 a 1,200 UI diarias
  • Zinc, 30 a 75 mgrs diarios

La tercera intervención es aumentar en la dieta los alimentos y plantas antioxidantes:

  • Carotenoides de vegetales amarillos y naranja (licopeno, beta y gama carotenos, luteína, zeaxantina, fitoeno)
  • Polifenoles del té verde
  • Antocianidinas (de las frutillas, las uvas y la remolacha)
  • Quercetina (de las cáscaras de frutas y vegetales)
  • Curcuminoides de la cúrcuma
  • Trans-Resveratrol (una fitoalexina de las uvas)
  • Ashwagandha (Withania somnifera), un antiguo adaptógeno ayurvédico
  • Blueberry y bilberry (Vaccinium myrtillus)
  • Chocolate (Theobroma cacao)
  • Cranberry (Vaccinium macrocarpon)
  • Ajo (Allium sativum)
  • Jengibre (Zingiber officinalis)
  • Ginkgo (Ginkgo bilova)
  • Semillas de uva (Vitis vinífera)
  • Té verde (Camellia sinensis)
  • Espino (Crataegus oxycantha)
  • Castaño de indias (Aesculus hippocastanum)
  • Cardo mariano (Silybum marianum)
  • Uva zorro (Vitis labrusca)
  • Romero (Rosmarinus officinalis)
  • Cúrcuma (Curcuma longa)
  • Espinaca (Spinacea oleracea)

La última intervención puede no hacer falta en muchos casos, pero incluye suplementos que aumentan la función mitocondrial (y con ella, la producción de energía).  Mencionaremos dos protocolos, uno básico y uno avanzado, que pueden hacerse en ese orden o de manera simultánea.

El protocolo de resucitación mitocondrial básico incluye:

  • Aminoácidos: arginina, ácido aspártico y cisteína
  • Vitaminas del complejo B
  • Biotina, 1,000 a 2,000 mcg diarios
  • Calcio, de 800 a 1,200 mgr diarios
  • Magnesio, 400 a 800 mgr diarios, de formas como óxido, citrato y malato
  • Acido pantoténico, de 50 a 500 mgr diarios
  • Riboflavina, 10 a 100 mgr diarios
  • Tiamina, de 10 a 100 mgr diarios
  • Zinc, de 20 a 50 mgr diarios

El protocolo avanzado incluye:

  • Acetil-L-Carnitina, 500 a 4,000 mgr diarios
  • Acido Alfa Lipoico, 100 a 600 mgr diarios
  • Coenzima Q10, 50 a 1,200 mgr diarios
  • Creatina, 2 a 4 gramos diarios
  • N-Acetil-Cisteína, 500 a 1,200 mgr diarios
  • NADH, 5 a 20 mgr diarios
  • Glutatión reducido, 300 a 600 mgr diarios

Un Plan como esto podría necesitar menos un mes de suplementación antes de que una persona perciba mejoría de los síntomas, por ejemplo en el caso de la fatiga.

Existe una reciente adición, que vale la pena incluír en el protocolo: se trata del suplemento NT Factor, una mezcla de lípidos que ayudan a reconstruir las membranas internas de las mitocondrias.  Los fabricantes proponen su uso por 3 meses.

Finalmente:

Se trata de uno de los procesos metabólicos más conocidos pero aún así, de una de las causas más generalizadas de enfermedades poco entendidas. Probablemente sea uno de los más complejos de los protocolos a seguir para mejorar la salud decisivamente, pero tal vez ninguno sea tan importante de tomar en serio como este.