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Vemos muchos pacientes que ya han probado distintos tratamientos: desde dietas famosas hasta inyecciones de leptina, pasando por tratamientos en spas y clínicas especializadas que envían a la casa cada día el menú que deben comer. 

Muchas veces estos tratamientos funcionan, y cada persona tiene su propia versión de cuál es la mejor, cuál le funcionó y cuál no. En cualquier caso, ya no es suficiente la vieja receta: bájele a las grasas y haga ejercicio.

Con los años hemos concluido que todos los tratamientos tienen algo de razón. Cada enfoque dietario o tratamiento le funciona a unas personas y a otras no, porque seguramente aciertan a resolver algo que a esa persona le está fallando.  

De seguro hay muchos mecanismos que pueden estar en juego cuando aumentamos de peso. Aquí intentaremos resumir varios de ellos: cuál es la teoría y qué hacer al respecto

Este artículo va dirigido a quienes lo intentan por primera vez y a quienes han fracasado, para que lo sigan intentando hasta llegar al objetivo. 

Antes de ponerse en un tratamiento con dietas para bajar de peso, debe revisarse el metabolismo corporal para corregir las disfunciones que puedan estar presentes y que se asocian al aumento de peso; si no se arreglan estas disfunciones, los resultados de las dietas son inciertos o solo temporales y generan rebote.

Las disfunciones que se deben evaluar son las siguientes:

Hígado

El hígado participa en cientos de funciones metabólicas que incluyen el procesamiento de azúcares y grasas, y la sincronización del funcionamiento de todas las hormonas del organismo. Deben evaluarse funciones como la metilación, que permite eliminar a tiempo muchas de las hormonas y también los tóxicos que nos llegan al cuerpo.

El hígado graso es otro problema que causa obesidad y sobrepeso y debe ser tratado; la alteración en la producción y paso de la bilis del hígado a la vesícula y finalmente al intestino, debe ser evaluada; si hay insuficiencia biliar o deficiente salida de bilis al intestino, se altera el metabolismo de las grasas y también se limita la absorción de nutrientes indispensables para la regulación del peso corporal.

Páncreas

Debemos sospechar que el receptor de la insulina no funciona por falta de cromo y vanadio; utilizados por las células para cumplir su funcionamiento.

En personas con antecedentes de una dieta con exceso de azúcares y expuestos a la fructosa de alta densidad (de los alimentos y bebidas procesadas), que han dejado de hacer ejercicio y tienen un abdomen globoso (con mayor perímetro que el de su cintura), con antojos de carbohidratos o manchas negras en piel, con piel de gallina en la parte posterior de los brazos, con una glicemia en los límites superiores de lo normal, a quienes una comida les da sueño y viven con antojos de azúcares. 

A estas personas les sirven minerales como magnesio, cromo y vanadio, la vitamina D y el ácido R Lipoico y aumentar el número de nuevos receptores aptos en los músculos mediante el ejercicio aeróbico.

Evaluar y corregir el exceso en la producción de insulina, la resistencia a la insulina, una prediabetes o una diabetes establecida es fundamental porque constituyen una de las principales causas de sobrepeso y obesidad. En los trastornos del páncreas es frecuente la ansiedad por consumir azúcar y harinas.

Glándulas Suprarrenales

Estas glándulas son las encargadas de manejar todos los aspectos emocionales y el estrés del ser humano; evaluar y tratar las disfunciones es indispensable, porque es otra causa muy frecuente de sobrepeso; en esta glándula se produce el cortisol, la DHEA, y otra gran cantidad de hormonas que intervienen en el metabolismo y cuya alteración causa sobrepeso. Esto implica evaluar y resolver también la parte emocional del paciente, incluyendo las emociones actuales y las del pasado que no hayan sido debidamente resueltas (duelos, conflictos, traumas de todo tipo, miedos, frustraciones, etc.).

Son varios los nutrientes indispensables para este órgano; entre ellos, la colina, el ácido pantoténico y otras vitaminas del complejo B, la vitamina D, el magnesio, minerales, aminoácidos como el triptófano y la tirosina, plantas adaptógenas, entre otros.

La disfunción de las suprarrenales produce ansiedad por la comida, aumento del apetito y falta de saciedad, y en especial antojos difíciles de controlar por chocolates, café, alimentos ácidos o salados.

Ovarios

El exceso de estrógenos, producidos en los ovarios (y también, no lo olvidemos, en el tejido graso) altera el metabolismo de las grasas. Si a esto le sumamos un bloqueo en la eliminación de los estrógenos en el hígado, o una liberación de los estrógenos eliminados por acción de la flora intestinal que permite una recaptación, tenemos un mecanismo sencillo que promueve el sobrepeso, por hiperestrogenismo. 

La metilación está comprometida en estas personas, y a ellas les beneficia el glutatión, el complejo B y el aporte extra de minerales que se necesitan en esta reacción que sucede en el hígado. Pueden necesitarse suplementos que faciliten el metabolismo de estas hormonas como las isoflavonas de soya, el indol 3 carbinol del brócoli, resveratrol entre otras.

Tiroides

Esta glándula genera una hormona precursora que se transforma en el hígado en la hormona T3, la que da una señal que acelera el metabolismo en todas las células del organismo.  Cualquier daño en la glándula tiroides (una infección viral, una inflamación por toxicidad, un depósito de metales pesados), alimentos que generan intolerancia o alergia pueden ser bloqueadores de la tiroides (como el gluten), deficiencias de nutrientes usados para fabricar la hormona o un bloqueo en la reacción enzimática del hígado hace que haya bajos niveles de T3, volviendo más lenta la producción de energía y permitiendo la acumulación de grasa.   

A estas personas les sirve el zinc, el yodo, el selenio y el cobre, la tirosina pero también la silimarina y otros nutrientes que mejoran las reacciones de transformación en el hígado.

Leptina, el regulador metabólico más poderoso

Esta hormona producida en los adipocitos (las células que acumulan las grasas) le dice al cerebro si hay suficiente grasa almacenada para que reduzca el apetito.  Por estrés o por falta de sueño, puede haber una “resistencia a la leptina” en la que el cerebro no ve la leptina, y por consiguiente la señal no le llega, provocando el aumento del apetito que lleva al aumento de peso. En estos casos además se ve un nivel de hormona tiroidea T3 baja o una T3 reversa elevada, es decir, que la hormona de la tiroides que debe actuar para acelerar el metabolismo no se activa, haciendo más lenta la producción de energía. 

A ellas les conviene cambiar su dieta por una de alimentos reales (no procesados) y quizás la administración inyectada de leptina por un corto período de tiempo. 

Estrés, ansiedad, traumas emocionales

Este es un tema fuerte.  Más de la mitad de las mujeres con serios problemas de sobrepeso han sufrido de violencia sexual y, por eso, dicen, desarrollan comportamientos alrededor de la comida como un hábito protector. La ansiedad también desencadena la ingesta de comida (también de alcohol y de tabaco). Otros traumas emocionales que provocan estrés desembocan en que la persona coma más frecuentemente de lo habitual, subiendo de peso. La solución de fondo es resolver los traumas, evitar el estrés y aprender a controlar la ansiedad.  

A esas personas también les sirve aprender a comer conscientemente, tomar 5-HTP, triptófano y colina, dejar el café y adoptar hábitos que les ayuden a reducir el efecto del estrés cotidiano. 

Infecciones intestinales

La presencia excesiva de una población de levaduras u otras infecciones, Fermicutes por ejemplo, inducen un patrón de consumo de los carbohidratos que ellas mismas necesitan.  En un sentido, el sobrepeso es producto de las necesidades de esta flora desequilibrada. 

A estas personas les sirve eliminar al máximo las fuentes de carbohidratos y algunos aceites esenciales de reconocida actividad microbicida.

Intestino poroso

Es un concepto en discusión, pero quienes proponen esta teoría aducen que los daños repetidos en la mucosa intestinal provocan filtraciones de fragmentos de las proteínas de la comida, y que estos fragmentos que se filtran a la sangre ocasionan una respuesta inmune cruzada que genera autoinmunidad. Una pared intestinal inflamada no permite el paso normal de nutrientes y esto altera el metabolismo.

Inflamación por lectinas

El Dr. Gundry se ha hecho famoso diciendo que muchas personas que presentan inflamación generalizada probablemente son sensibles a las lectinas (proteínas) de los alimentos. Son personas a quienes las legumbres y las solanáceas les provocan reacciones inflamatorias que dañan las paredes del intestino y alteran la digestión.  Entre esos alimentos, los frijoles, los granos como el trigo y el centeno. El tomate, el pimentón, la berenjena y la papa, el maní y el marañón (cajuil) son los principales portadores de lectinas.  

A ellos, simplemente retirarles estos alimentos de la dieta los mejora, y ayuda a bajar de peso.   

Microbioma desequilibrado

El intestino nuestro es una selva amazónica: cientos de especies distintas de bacterias viven allí, y se reproducen más o menos dependiendo de la dieta.  Claro está que antes, la variedad depende de que hayamos nacido por parto natural, de que hayamos comido tierra y alimentos fermentados y el que se mantenga esa variedad depende de que no tomemos antibióticos, ni edulcorantes como el splenda, ni una dieta de azúcares y alimentos procesados. Son ellas (las bacterias, nuestras compañeras de vida) quienes deciden si un alimento nos engorda o no, dependiendo de cómo liberan los azúcares para que estos sean absorbidos y entren a la sangre.  

A ellos les conviene dejar estos alimentos y alimentar diariamente su flora intestinal con alimentos prebióticos (linaza, GOS, goma de acacia, inulina del ágave o del yacón, otras fuentes de fibra vegetal). Por eso, dicen, sirven los transplantes de materia fecal, las píldoras de probióticos y otros mecanismos novedosos para sembrar nuevas bacterias en una flora diezmada.  Tal vez más simple sería decirle a las personas que no laven todo de manera exhaustiva, que bajen el consumo de carne (que contiene dosis bajas de antibióticos) que no tiren los alimentos fermentados y si pueden, se coman de vez en cuando un poquito de tierra. 

Aromatasa

De esta enzima depende el que se liberen más estrógenos en la sangre.  Y estos estrógenos a su vez determinan si hay o no depósitos o eliminación de grasas. De ella depende el equilibrio de testosterona, andrógenos y los estrógenos estrona y estriol. Algunos compuestos de los alimentos bloquean la acción de la aromatasa: a esos pacientes les conviene el antioxidante de la uva resveratrol, la hormona DHEA o las isoflavonas de la soya o de la paja verde de la avena.

Dieta hipercalórica

De la composición de los alimentos en nuestra dieta depende que nos sobre energía disponible para el gasto diario y se acumule en forma de grasa.  Esa es la razón por la que en muchas sociedades, entre otras las nuestras hace 70 años, era raro ver personas obesas. Porque no sobraban los alimentos.  Había que hacer un gran esfuerzo para encontrar alimentos que aportaran grandes cantidades de calorías.  

Desequilibrio energético

Cuando una persona ingiere más calorías de las que gasta en un día, estas se acumulan en la forma de grasa. Se dice que 50 calorías de más al día provocan un aumento de peso de 1 kilo en un año. En 10 años ya se nota. No hay alternativa sino comer menos o aumentar el nivel de actividad física.  O ambas cosas.

Malos hábitos al comer

Comer a deshoras, a la carrera o en medio de otras actividades, en platos y vasos grandes, comida o bebidas guardadas en plástico, sin masticar suficientemente, mezclando carbohidratos y proteínas, comiendo alimentos que no debe comer según su grupo sanguíneo, comiendo varias veces al día, comiendo muy tarde, comiendo más en la noche y poco al desayuno, en fin: para estos malos hábitos hay soluciones simples y poderosas que ayudan a la mayoría de las personas a bajar de peso.

Iván Yunis, MD y Hugo Zapata, MD Funcional IPS, 2019